dimecres, 21 de maig del 2008

Bea e Iván o ya no más

Durmió muy poco, no recordaba cuánto, supuso que unas tres horas.
Se levantó fatal consigo misma, con la boca pastosa. No se duchó, no llegaría a coger el tren a tiempo. Aunque hubiese debido hacerlo para dejar de sentirse guarra. No lo hizo; pilló su cuerpo, su sudoración, su aliento a alcohol y a tabaco rancio, sus ojeras y su bolso confiando que el desodorante y el mini enjuague bucal estuviesen en él.
Salió corriendo y se peinó cómo pudo el el ascensor. Casi se tragó el el enjuague mientras corría por las baldosas azules, escupió en las plantas de la portería. Se puso el desodorante andando estilo marcha por la calle y luego corrió hacia la estación.
Llegó a tiempo, se coló en el vagón, directa al piso de arriba ya que increíblemente había menos gente y no quería a nadie cerca de ella.
No estaba bien consigo misma, la noche anterior salió, aunque no recordaba mucho, lo justo para saber que mejor haberse quedado en casa, sabiendo de antemano que al día siguiente había quedado temprano con Iván.
Hacía cómo un año que no se veían. Le dolía el tiempo, los separaba. Puto tiempo. Habían sido inseparables. Tenían el mismo sentido del humor que nadie más compartía. Juntos, se sentían poderosos, un poder que los marginaba del resto, nadie los quería a su lado. Los envidiaban, los envidiaban a lo grande, con caja alta.
En el vagón, mirando sin ver los graffiti acelerando a su derecha, Bea tenía ganas de verle. Se sentía avergonzada de la noche anterior. Con terror a su inseguridad agravada por la falta de agua y jabón. Fea y con la insultante capacidad de despertar lujuria en tipos repugnantes. Sucia. Frágil. Esperanzada.
Ella ya sabía qué pasaría, ya conocía el resultado de su encuentro. Por eso se sentía tan mal y en su cabeza burbujeaban sentimientos enfrentados a su inseguridad como base.
Iván fué a buscarla a la estación. En bici, una bicicleta negra y gris reluciente que luego llevaría a su lado libre. Bea se comparó con la bicicleta y no ganó. Callejearon los tres camino de una granja encantadora con paredes de piedra vista y arcos de masía antigua, para que ella pudiese desayunar.
—Café con leche y cruasán— Barboteó Bea.
—Zumo de naranja— Pidió él. Obviamente, Iván había desayunado, había tenido tiempo de ducharse y calzarse esas sandalias tan divinas que llevaba.
Bea quería huir. Se zampó muy dignamente su desayuno europeo.
Iván olía bien, sonreía, se le veía feliz. Super feliz si lo comparaba con ella. Punto. Todo se desmoronó.
A él se le veía feliz pero distante. No esperaba encontrarse con una Bea tan desastre humano como ella se sentía. La Bea que él recordaba era segura de si misma, limpia, siempre con una sonrisa preparada.
Educadamente le mostró su piso, una monada de ático con vistas al mar, mesa de teca en la terraza entre dos palmerotes enormes. Encendió la tele y le enseñó el canal 24 horas de Gran Hermano e intentaron reírse como antes.
Tomaron una caña en su terraza. Bea obligó a su garganta a deglutir en contra de los designios de su estómago.
Entonces dijo que la veía vieja.
Silencio.
La acompañó jovialmente a la estación.
Bea Lloró en el vagón, lloró sin mirar los graffiti acelerando a su izquierda.

dijous, 15 de maig del 2008

Graffiti Animat


NO he pogut treure ulls de la pantalla, es impressionant... quant de temps haurà necessitat?
La part fractal es digne d'estudi.
Tre men do, mireu i jutgeu.